El valor del rey Juan Carlos I, nacido en Roma durante el exilio de la familia real por la dictadura franquista, es fundamental para la historia moderna de España. Llegó a Madrid como estudiante militar bajo las órdenes del propio Francisco Franco, que lo trató como a un hijo y depositó en él las esperanzas de una España a su gusto.
Pero el joven príncipe tenía un as bajo la manga: aceptó el puesto de jefe de Estado interino, recuperó su corona y, con el poder en sus manos, redactó el Referéndum para la nueva reforma política que dio lugar a la Transición Española a la Democracia y a la creación de una Monarquía Parlamentaria donde quedaba especificado el papel de la Corona fuera de la política.
En resumidas cuentas, España le debe a Juan Carlos I su paso a la democracia. De hecho, las más recientes filtraciones de los cables clasificados Wikileaks probaron que el entonces joven príncipe era informante de EUA a cambio de apoyo para concretar la democracia, desde que Franco estaba vivo y sano.
Otro de sus grandes triunfos personales fue cuando, ya en la Transición, Juan Carlos puso fin al golpe de estado conocido como el 23-F, en que la oposición encabezada por Antonio Tejero tomó el Congreso de los Diputados a balazos. Considerado uno de los mayores retos de su monarquía,
Juan Carlos aseguró así la incondicionalidad de los españoles. Pero los años pasan. Los tiempos boyantes del nuevo milenio le cobraron factura a España y a toda la Comunidad Europea después de haber subsidiado sus economías tras la entrada del euro en el año 2000. La poca participación de Juan Carlos I en este tema y su fría relación con Aznar fueron muy discutidas en los medios.
Si bien su injerencia en decisiones de estado es "de adorno", ya que el rey no tiene el poder para destituir o dar órdenes al presidente, puede hacer recomendaciones y manifestar su desacuerdo o, en todo caso, presionar en las altas esferas. La Corona no dijo nada cuando Aznar decidió sumarse a la guerra de EUA contra Irak y Afganistán, que les costó la vida de 200 españoles en el ataque conocido como 11-M en la estación de Atocha, en mayo de 2008.
La abdicación como solución
La decepción de los súbditos fue notoria. Antes de esa tragedia, los grandes problemas de la monarquía eran, todavía, "la democratización de la Corona". Esto se traduce en el matrimonio del príncipe con una plebeya divorciada que era periodista televisiva y que pasó un tiempo en México, donde en su momento se dijo que se reventó a pasto.
Pequeños problema... En su cuenta de Twitter, el escritor y alguna vez periodista televisivo (y amigo de Letizia), Arturo Pérez-Reverte, escribió: "Queríancasarse con jugadores de balonmano, parecer de la casa, ser como la gente normal; pues eso, lo lograron".
Las críticas del intelectual van de cómo deben afrontar los problemas como todos los españoles. Así, con un duque corrupto y una infanta acusada de cómplice; con un rey arrogante que mata animales por placer, que engaña a su reina a la vista pública y parece ajeno a los problemas económicos de su pueblo, y una princesa plebeya desdeñada y señalada por ser una mujer con problemas personales, la Corona se tambalea.
"Desde el año pasado, Juan Carlos ya no lleva la voz cantante como imagen del estado, sino su hijo Felipe. El sucesor al trono asume entretanto, a modo de virrey, la mayoría de las citas representativas y visitas de estado. Hasta ahora Felipe no se ha visto implicado en escándalos", publicó el diario alemán Der Tagesspiegel, mientras que The Guardian opinó que "Madrid hierve de descontento con la monarquía" y que la gente pide un aire fresco de transformaciones.
A cambio, periodistas y diplomáticos españoles no comparten esta visión. Inocencio Arias, uno de los antiguos funcionarios más allegados al rey, dice que "es innecesario; los reyes no deben abdicar", aunque le concede a Felipe una gran capacidad para reinar y, sobre todo, "prudencia".
Lo único cierto es que mientras España se desangra, el rey Juan Carlos, alguna vez héroe de su democracia y paladín de su historia, se aferra a su trono como nunca antes lo había tenido que hacer, y parece que, como publicó en su más reciente portada la revista Paris Match, Felipe es "la única esperanza de España". (C)