Además de saltar a la fama en España al protagonizar la emblemática 'Perdita Durango' (1997) junto al oscarizado Javier Bardem, la actriz y bailarina Rosie Perez presume en su primer libro autobiográfico de su prolífica carrera en la industria del espectáculo forjada durante casi dos décadas. Sin embargo, de entre todas las experiencias vividas durante su extensa trayectoria, ninguna le causa tanta indignación como "los aires de grandeza" exhibidos por Jennifer Lopez cuando trabajaron juntas a principios de la década de los 90.
"Lo que nunca podré olvidar es que nunca haya tenido la decencia de admitir que fui yo quien convenció a todo el mundo de que la contrataran en 'In Living Color' [la serie juvenil que abrió a Jennifer las puertas de Hollywood], porque el director pensaba que estaba demasiado regordeta para salir en la serie. Me ha eliminado completamente de su vida porque nunca toleré sus aires de grandeza", reza un extracto de la autobiografía de Rosie, 'Handbook for an Unpredictable Life', a la que ha tenido acceso el diario The New York Post.
Durante esos años Rosie era la responsable de vestuario y coreógrafa principal de la famosa serie juvenil, por lo que recuerda a la perfección los roces diarios que Jennifer mantenía con las coprotagonistas de la producción en su intento de relegarlas a un segundo plano, un supuesto deseo de destacarse sobre las demás que, por otro lado, la estrella neoyorquina trataba de disimular acusando a sus compañeras de estar "celosas" de ella.
"Todas las chicas venían a mi despacho a quejarse de que Jennifer, la última en llegar, se había adueñado de todo el vestuario, el maquillaje y los accesorios porque creía tener preferencia a la hora de elegir. Me vi obligada a hablar con ella directamente sobre las protestas de sus compañeras, pero lo único que recibí por su parte fueron insultos, gritos y la idea de que todos estábamos celosos de ella", explica Rosie en su obra, antes de insistir en que la famosa cantante era una experta a la hora de enmascarar su verdadera personalidad.
"Cuando estaba en público, se comportaba como la chica más dulce y encantadora del mundo, pero cuando estábamos las dos solas en mi oficina, sacaba todo el carácter que llevaba dentro y empezaba a soltar veneno por la boca como la chica más ordinaria del barrio. Unos años más tarde me la encontré en una gala de premios y, como si nada hubiera ocurrido, me saludó amablemente y con una sonrisa, pero yo no pude seguirla el juego", narra en el libro.