Conocido como el Caso Nóos, surgió cuando el juez mallorquín José Castro señaló que estaba bajo investigación un presunto caso de corrupción que involucraba al yerno del rey, el duque de Palma de Mallorca, Iñaki Urdangarín y a su socio Diego Torres, ambos dirigentes del Instituto Nóos, fundado por ellos, con el que organizaban eventos deportivos de alto nivel.
Urdangarín y Torres hicieron dos contratos con el Ayuntamiento de Palma de Mallorca: uno para construir un polideportivo y otro para organizar los juegos. Ambos eran por cantidades estratosféricas.
El primero no se terminó, y el segundo se hizo con una cantidad inferior quedando el resto en el aire. El caso empezó a investigarse desde 2008. Pero no fue sino hasta 2010 que salió a la luz y llegó hasta los Tribunales Supremos de España... y los medios de comunicación del mundo. La Casa Real "expulsó" a Urdangarín de las fotos oficiales, pero lo que realmente temían era que la infanta Cristina saliera salpicada, dado que es socia del Instituto Nóos. En un principio quedó absuelta, pero un nuevo giro al caso la puso nuevamente en relieve.
Está acusada de colusión y en mayo se resolverá definitivamente si queda formalmente imputada, algo que ha afectado a la Corona según coincide la opinión pública. Ya desde febrero, el Supremo español había dictaminado que Urdangarín y Torres debían pagar 2 millones de euros o los embargaban. No se les puso fecha límite.
Tampoco se realizó el embargo. Lo que sí ha sucedido es que Urdangarín y Torres se pelearon, y sus respectivas defensas han trabajado en arruinarse el uno al otro para tratar de salir ilesos de un lodazal hacia el que ninguno tiene para dónde hacerse. Se ha probado que ambos malversaron fondos del estado y no hay vuelta atrás.
La pregunta que persiste es: ¿y cuándo van a castigarlos? El juicio continúa y ni los embargan, ni los encarcelan y ya se filtró que Urdangarín tiene una invitación para trabajar en Qatar.
El harakiri del rey
Pero el estoconazo final para la Corona no llegó por sus miembros secundarios, sino por el propio monarca, cuando se supo que Juan Carlos I tuvo que ser operado de emergencia de la cadera porque había tenido un accidente en Botswana.
El Palacio de la Zarzuela intentó ocultarlo pero apareció la fotode una caza anterior, que demostraba, en un momento crítico para la economía española, los excesos de la monarquía: el rey y un cazador posaban frente a su presa, un elefante que habían abatido en un safari pagado por un empresario saudí. La crueldad animal fue un tema extra.
España, que es uno de los países líderes en ambientalismo y ecología en el mundo, repudió a foto y el actuar de su monarca; pero lo peor fue que también se supo que en todos esos viajes lo había acompañado su amante (que dejó de ser "presunta" cuando comenzó a dar entrevistas a medios europeos), la princesa alemana Corinna zu Sayn-Wittgenstein, involucrada además en temas de inteligencia e información clasificada del gobierno. Un escandalazo.
Esto confirmó lo que un año antes había publicado la periodista Pilar Eyre en la biografía no autorizada de la reina Sofía, La soledad dela reina: que el rey siempre la ha engañado.
La reina calló una vez más, pero el daño estaba hecho, pues ya toda España sabía que Juan Carlos era una ficha; no obstante su patíbulo apenas comenzó: "es un antes y un después para la Corona", han reconocido en el Palacio de La Zarzuela, oficina oficial de la casa real, misma que obligó al soberano a disculparse, en una situación sin precedente en la historia de la monarquía.
"La justificación de la monarquía es más que difícil ahora, cuando llevamos décadas de democracia", dijo el analista de El País, Jorge M. Reverte, en una columna donde cuestionaba que si la Constitución dice que todos los españoles son iguales ante la ley, entonces el rey debía pagar por sus errores y no ser "la persona inviolable y no sujeta a responsabilidad".