La actriz británica todavía recuerda la primera vez que se vio rodeada de fotógrafos, algo que sucedió tras interpretar en 2004 a Ginebra en la película El rey Arturo. Desde entonces, se dio cuenta de que para trabajar en la industria cinematográfica debía sacrificar el 'misterio' de su vida privada.
'La primera vez (que me acosaron los paparazzi), me puse a llorar. Empezó a raíz de la presentación de El rey Arturo. Recuerdo que había diez personas delante de mi casa aquella vez. La máquina que te permite hacer películas te obliga a venderte. Por venderte me refiero a hacer de ti una figura pública. Ya no puedes cultivar ese misterio de la privacidad. Y mi problema es que aprecio mucho ese misterio', explicó la intérprete a la revista Marie Claire.
A pesar de que Keira disfrute mucho ejerciendo de actriz, es también consciente de lo frágil que es su profesión y por ello, saca partido a cada uno de los momentos de éxito en todos los aspectos de su vida.
'Es una profesión que no te da mucha seguridad. Cuando empecé a trabajar en la industria, sentí como que una pequeña parte de mí florecía, y de golpe sentí que quería vivir de eso cuanto pudiera. Pero puede que se acabe todo mañana. No estoy segura de poder definir el éxito, pero creo que si puedo llegar al final de mis días habiendo herido al mínimo número de personas posible y asegurándome de que las personas que más me importan sepan que las he querido, estaré satisfecha. El éxito en el trabajo, en cualquier tipo de trabajo, viene y se va', añadió la actriz.